domingo, 23 de febrero de 2020

Lecturas en el WC


La biblioteca presenta lecturas para momentos

 íntimos…

¡Vaya, ya estamos todos aquí! —dijo Gandalf, mirando la hilera de trece
capuchones, una muy vistosa colección de capuchones, y su propio sombrero
colgados en las perchas—. ¡Qué alegre reunión! ¡Espero que quede algo de
comer y beber para los rezagados! ¿Qué es eso? ¡Té! ¡No, gracias! Para mí un
poco de vino tinto.
Y también yo —dijo Thorin.
Y mermelada de frambuesa y tarta de manzana—dijo Bifur.
Y pastelillos de carne y queso —dijo Bofur.
Y pastel de carne de cerdo y también ensalada—dijo Bombur.
Y más pasteles, y cerveza, y café, si no os importa—gritaron los otros enanos al otro lado de la puerta.
Prepara unos pocos huevos. ¡Qué gran amigo!—gritó Gandalf mientras el hobbit corría a las despensas. ¡Y saca el pollo frío y unos encurtidos! "¡Parece conocer el interior de mi despensa tanto como yo!" pensó el señor Bolsón, que se sentía del todo desconcertado y empezaba a preguntarse si la más lamentable aventura no había ido a caer justo a su propia casa. Cuando terminó de apilar las botellas y los platos y los cuchillos y los tenedores y los vasos y las fuentes y las cucharas y demás cosas en grandes bandejas, estaba acalorado, rojo como la grana y muy fastidiado.
¡Malditos y condenados enanos! —dijo en voz alta— ¿Por qué no vienen y me
echan una mano?——Y he aquí que allí estaban Balin y Dwalin en la puerta de la cocina, y Fíli y Kili tras ellos, y antes de que pudiese decir cuchillo, ya se habían llevado a toda prisa las bandejas y un par de mesas pequeñas al salón, y allí colocaron todo otra vez.
Gandalf se puso a la cabecera, con los trece enanos alrededor, y Bilbo se sentó
en un taburete junto al fuego, mordisqueando una galleta (había perdido el apetito) e intentando aparentar que todo era normal y de ningún modo una aventura. Los enanos comieron y comieron, charlaron y charlaron, y el tiempo pasó. Por último echaron atrás las sillas, y Bilbo se puso en movimiento, recogiendo platos y vasos.
Supongo que os quedaréis todos a cenar —dijo en uno de sus más educados y reposados tonos.
¡Claro que sí! —dijo Thorin— y después también. No nos meteremos en el
asunto hasta más tarde, y antes podemos hacer un poco de música. ¡Ahora a
levantar las mesas!
En seguida los doce enanos —no Thorin, él era demasiado importante, y se quedó charlando con Gandalf— se incorporaron de un salto, e hicieron enormes pilas con todas las cosas. Allá se fueron, sin esperar por las bandejas, llevando en equilibrio en una mano las columnas de platos, cada una de ellas con una botella encima, mientras el hobbit corría detrás casi dando chillidos de miedo: —¡Por favor, cuidado! —y— ¡Por favor, no se molesten! Yo me las arreglo —. Pero los enanos no le hicieron caso y se pusieron a cantar.


J.R.R. Tolkien, el hobbit.

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